miércoles, 12 de agosto de 2009

EL AJO Y SU PODER CURATIVO

EL AJO Y SU PODER CURATIVO
Ajo, todo en uno para el cuidado de la familia
por Pablo de la Iglesia, Ph. D.

El ajo es uno de los remedios populares más utilizados a lo largo de la historia y hoy día está entre los más estudiados por la ciencia, comprobándose la mayor parte de las propiedades que se le atribuyen.

La parte utilizada son los bulbos, a los que suele llamársele “cabeza”; en ellos encontramos aceites esenciales y principios activos antioxidantes, antibióticos, etc.

Entre sus indicaciones podemos destacar su papel regulador de las Prostaglandinas; esta no es una propiedad muy conocida pero tal vez sea la más importante. El ajo inhibe la producción de Prostaglandina E2, la cual está implicada en los procesos inflamatorios en general, alérgicos y autoinmunes. Como estrategia antiinflamatoria es recomendable ingerir preparados de ajo junto con los de Aceites de Pescado o Lino (Omega 3) y Aceite de Onagra o Prímula (Omega 6), para que los efectos sean completos; esta trilogía está indicada en enfermedades como Esclerosis Múltiple, Escleroderma, Psoriasis, Artritis, Cáncer, Sida, alergias, diabetes, hipertensión, lipidemias, debilidad inmunológica. .. Esta combinación de nutrientes es la forma más inespecífica que conozco para abordar con recursos potentes un gran número de enfermedades, puesto que estamos influyendo en el metabolismo de todas y cada uno de las células que hay en el organismo; en cualquier caso, el ajo por sí solo ya es efectivo.

Siempre me pregunto que pasaría si todos comieran dos o tres dientes de ajo al día; imagino que el impacto social sería impresionante (¡y no me refiero al hecho de que tendríamos menos ganas de besarnos!) y que la utopía de la erradicación de las enfermedades infecciosas estaría un poquito más cerca. Como un antibiótico y antiséptico general actúa probadamente frente a organismos tales como la “Escherichia Coli” (disbacteriosis intestinal e infecciones urinarias), “Salmonella typhi” (causante de fiebre tifoidea e infecciones intestinales) , “Shigella dysenteriae” (disentería bacilar), “estafilocos y estreptococos” (forúnculos e infecciones de la piel), hongos levaduras y algunos virus.

¿Quién no durmió con un ajo debajo de la almohada? Sus cualidades antiparasitarias son las más conocidas, actuando especialmente contra los oxiuros (gusanos blancos, redondos y pequeños) que suelen infectar a los niños; en estos casos puede consumirse o administrarse en forma de supositorios.

Por su capacidad hipoglucemiante, es muy beneficioso para los diabéticos de todo tipo, amén de proteger contra las patologías neurológicas y cardiovasculares asociadas a esta enfermedad.

Como cardioprotector; su acción se debe a sus propiedades vasodilatadoras, antiagregante plaquetario, hipotensor, antioxidante y antiesclerótico; siendo las enfermedades del corazón la principal causa de muerte en el mundo, el ajo se presenta como un recurso inestimable.

El ajo es un estimulante del la actividad de las células defensivas del organismo, las cuáles pueden ser inducidas a atacar con más éxito las células cancerosas; también se usa con buenos resultados en el tratamiento del Sida.

El ajo puede ser utilizado de la siguiente manera:

Supositorios: indicados para combatir los parásitos intestinales; normalmente se utiliza el extracto seco a razón de 100 a 250 mg. por unidad; mucho más práctico y accesible, es la aplicación por el ano de un ajo crudo untado en aceite de oliva virgen extra.

Jugo: consumir 10 a 30 gotas por dosis, varias veces al día.

Tintura: consumir 30/40 gotas, 3 veces al día.

Uso externo: pomada compuesta por jugo de ajo y vaselina a partes iguales; se usa con fines antisépticos.

Ajomiel: se colocan 400 gramos de ajos machacados en una botella de cuello ancho, se añade igual cantidad de vinagre de manzana y agua hasta cubrirlos. Se cierra la botella y se deja macerar durante cuatro días, agitando vigorosamente tres veces diarias. Finalmente se cuela el preparado, se agregan 250 grs. de miel, se agita bien y el preparado está listo para consumir a razón de una a dos cucharadas soperas antes de las principales comidas; se conserva por alrededor de un mes en lugar fresco o en el frigorífico.

Ajoaceite: se emulsionan varios ajos machacados con aceite de oliva virgen extra hasta formar un pasta tipo mayonesa, y se dejan reposar dos o tres días.

Decocción: se hierve una cabeza de ajo en un litro de agua durante cinco minutos y se beben tres tazas diarias; esta preparación pierde parte de las propiedades del ajo pero se evita el mal aliento y el olor corporal.

Enemas: se preparan a razón de dos o tres cucharadas de ajoaceite por litro de agua.

Crudo: se mastican de uno a tres ajos, preferentemente en ayunas.

LA CÁSCARA DE LOS HUEVOS, UNA DEFENSA CONTRA PATÓGENOS

Actúa de protector natural impidiendo la entrada de microorganismos, siempre que se mantenga en perfecto estado



El huevo, un alimento muy nutritivo por la calidad de su proteína, está formado por tres partes básicas: la yema, la clara y la cáscara. Esta última actúa de envase natural y de su estado dependerá en gran medida que el consumo de este alimento sea seguro. Y es que la cáscara es, además de un mecanismo de defensa, una de las vías de entrada de microorganismos patógenos al producto, especialmente de Salmonella, ya que este microorganismo puede llegar a la superficie por contaminación desde la materia fecal. Controlar que no se produzcan grietas en la parte externa del huevo constituye una de las medidas de prevención de la contaminación, y en ello han trabajado un grupo de expertos estadounidenses, que han desarrollado un sistema de detección de microgrietas.

La clara representa, en el huevo de gallina, un poco más del 57% del peso total; la yema casi el 31% y la cáscara el 11,5%, según datos del Instituto del Huevo. Cada una de estas partes juega un papel fundamental. Y el de la cáscara, formada por carbonato cálcico, no es nada despreciable. La razón es que actúa de protector frente a posibles amenazas externas gracias a la presencia de la cutícula, una fina capa que se encuentra en el interior de la cáscara y que protege sus poros. La pérdida o el daño de esta capa facilitan la entrada de posibles microorganismos que puedan encontrarse en el exterior de la cáscara. Además, el papel protector de esta capa es caduco, es decir, a los cuatro días de la puesta aproximadamente la resistencia disminuye y la cutícula empieza a desecarse, por lo que el riesgo de que se produzcan grietas es mayor.

La resistencia, la forma o el color de la cáscara son algunos de los puntos clave a la hora de garantizar un alimento libre de patógenos. Que se rompa o no dependerá de factores intrínsecos a las aves, como la edad, la alimentación o las enfermedades del animal, que determinarán que la cáscara sea delgada o con defectos que faciliten la rotura. Otras causas, esta vez extrínsecas, no dependen tanto de la calidad de la cáscara sino de que se produzcan deficiencias en el lugar de la puesta o durante su manipulación.



Barrera natural más segura

La cáscara de los huevos debe estar limpia y sin fracturas ni grietas

Pese a que la cáscara constituye una verdadera barrera defensiva, es vulnerable al ataque de ciertas bacterias, especialmente de salmonella, que logran vencer su resistencia y penetrarla. Evitar que esto ocurra es el objetivo de los controles que realiza la industria alimentaria, especialmente destinados a detectar posibles grietas o deformidades en las cáscaras que aumenten el riesgo de contaminación. A los sistemas actuales para estas deficiencias se suma ahora uno que acaba de desarrollar un grupo de expertos del Servicio de Investigación Agrícola estadounidense (ARS, en sus siglas inglesas), que une las funciones de una cámara a presión y las de una cámara fotográfica.

Los responsables de la investigación aseguran que este prototipo, capaz de detectar lo que denominan "microgrietas" en las cáscaras, emula los sistemas que aplican los clasificadores humanos cuando aprietan los huevos para detectar las grietas. En este caso, la cámara a presión aplica "una breve presión a la cáscara hacia fuera", lo que permite detectar posibles fracturas en los huevos sin que estos se dañen, y comprobar, mediante una imagen, si realmente están afectados.

La tasa de detección se sitúa, según los expertos, en el 99,4% (teniendo en cuenta que se produce un 0,3% de falsos negativos). De esta manera, es posible adelantarse al problema que supone la aparición de grietas y actuar de forma previa, antes de que los huevos agrietados lleguen al consumidor. De este modo se reduce el riesgo de entrada de patógenos como Salmonella.



Portadores de Salmonella

El huevo es el alimento por excelencia que puede sufrir contaminación por Salmonella. La forma de cómo puede producirse es doble: bien a través de la cáscara o por medio de aves infectadas. En el primero de los casos influyen aspectos como la temperatura, la humedad, la virulencia de la cepa y el grado de contaminación por heces contaminadas. La lucha por prevenir la salmonelosis, una de las principales enfermedades de transmisión alimentaria, cuenta, desde junio de 2008, con un nuevo sistema de eliminación del patógeno en la cáscara de los huevos a través de pulsos de luz.

Desarrollado por expertos de AZTI-Tecnalia (Centro de Investigación Marina y Alimentaria), el sistema consiste en la descontaminación de carga microbiana sin que se vean alterados los parámetros organolépticos y estructurales de los huevos. Los efectos de estos pulsos, además, no sólo son eficaces para este patógeno sino que se hacen extensibles a otros microorganismos, a pesar de sus limitaciones, ya que sólo pueden actuar sobre la superficie de los alimentos.

El desarrollo de este tipo de sistemas se une a las medidas que se adoptan en el ámbito comunitario, la última de ellas aprobada a principios de año y que prohíbe la venta para consumo humano de huevos procedentes de aves que no se han sometido a los controles contra la Salmonella. Esta prohibición responde al aumento de la prevalencia de este patógeno en aves comunitarias, ya que, según datos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la mitad de los brotes de salmonelosis en humanos están relacionados con los huevos o productos derivados.

Los últimos datos al respecto, publicados hace poco por la Agencia y el Centro Europeo para el Control de Enfermedades, confirman que, pese a que los casos de salmonelosis en la UE descendieron durante 2007, esta enfermedad de transmisión alimentaria afectó a casi 152.000 personas (frente a las 164.000 de 2006). Del estudio se desprende además que la mayoría de los casos se han dado a través del consumo de carne de cerdo y de ave.



EVITAR LA CONTAMINACIÓN

Disponer de productos seguros, en este caso de huevos, requiere el seguimiento de unas pautas concretas de actuación que empiezan en el momento de la compra y acaban cuando se consume el alimento.



En el momento de comprar:

· Evitar los huevos rotos, demasiado pequeños y deformes.

· Comprobar el etiquetado, ya que debe indicar la fecha de consumo preferente, la categoría de calidad, el peso del huevo, la información nutricional.

· Asegurarse de que la cáscara está limpia, entera y sin signos de humedad.



En casa:

· Conservar los huevos en un lugar fresco, seco y a temperatura constante en la heladera. El cambio de temperatura contribuye a la desintegración de la cáscara y, por tanto, a su contaminación.

· En el hogar refrigerarlos a 5º C. Se aconseja almacenarlos en la parte más fría del refrigerador, y no en los anaqueles de la puerta. Por otra parte, los huevos deben ser utilizados según el tiempo recomendado (en un plazo de 3 a 5 semanas). Los huevos duros se pueden mantener refrigerados a 5 °C por 1 semana. Las claras y yemas sobrantes también se conservan en refrigeración y deben utilizarse en un plazo de 4 días.

· Si las cáscaras llegaran a agrietarse durante el transporte hasta la casa, se deben quitar los huevos cascados y refrigerar en un envase limpio tapado, para ser utilizados dentro de un plazo de 2 días.

· Separarlos del resto de alimentos para evitar contaminaciones cruzadas.

· No lavar los huevos antes de meterlos en el refrigerador para su conservación.

· Es necesario lavarse las manos, limpiar los utensilios, el equipo y las superficies donde se prepara la comida, antes y después del contacto con huevos o de productos que los contengan.

· No separar las claras de las yemas con la cáscara.

· Con respecto a la cocción, los huevos deben servirse cocidos y en el caso de los alimentos que contienen huevo, deben servirse inmediatamente después de cocinarlos, o en caso de que se vayan a consumir más tarde, ponerlos en envases poco profundos para que se enfríen rápido y poder refrigerarlos enseguida.